La fiesta perfecta

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(Por Walter Vargas).- Del derecho y del revés, por donde se la mire, la Selección Argentina se encamina hacia una desahogada clasificación al Mundial de Qatar y tras el notable partido jugado con Uruguay deja ver que goza de una fiesta perfecta cuya duración se desconoce pero que hoy merece ser celebrada en su justa dimensión.

Hacía unas cuantas vueltas de almanaque que un representativo «albiceleste» no generaba una química así de virtuosa hacia adentro y hacia fuera; es decir, que no transmitía semejante caudal futbolístico y una alegría (sí, alegría, ¿por qué no?) que ha refundado en toda la línea la comunión con el soberano.

Sea el que tiene la fortuna de ir al Monumental, sea el espectador de living, el trazo grueso del futbolero promedio argentino hoy tiene a mano una chispa de expectación y de entusiasmo que rara vez es defraudada.

Después del empate con Paraguay y de la victoria con Uruguay y antes de recibir a Perú, he aquí un decálogo posible de una Selección Nacional que va de más a más:

Uno: Messi. Juega y hace jugar a todos con verdadero porte de fuera de serie. Alumbra en corto y en largo y su devoción de potrero crece partido tras partido.

Dos: Mentalidad. La de Lionel Scaloni es una Selección de una determinación y una fortaleza mental tal que se nota sobremanera cuando propone y no dispone. Esto es, una Selección que a partir de la confianza en sus virtudes, que además se sabe en estado de dulzor, aprendió a sufrir los momentos de marea baja sin perder la compostura.

Tres: Convencimiento. Para desarrollar lo propio y transmitir a sus ocasionales rivales que para derrotarlo tendrán que jugar un gran partido.

Cuatro: Entendimiento. Si la célebre metáfora de «jugar de memoria» tuviera un correlato literal, puede deducirse que la Selección sabe su partitura de memoria y no se altera llueva o truene.

Cinco: Emiliano «Dibu» Martínez. Si no es un monstruo de los tres palos, se le parece como pocos arqueros argentinos en la historia del fútbol.

Seis: Cristian «Cuti» Romero. De Walter Samuel a nuestros días, la aparición más excepcional de defensor central argentino de techo alto y alcances por verse. El cordobés juega sobrado de solvencia y hasta ha logrado la curiosidad de ser él quien ha contribuido a la refundación de la confianza del veterano Nicolás Otamendi.

Siete: Gio Lo Celso. Pide la pelota y la juega bien cuatro de cada cinco veces. Uno de las grandes explicaciones de por qué Messi se ve así de liberado.

Ocho: Rodrigo De Paul: Como observa el escritor mexicano Juan Villoro, todo barco debe de tener un marinero que no sepa nadar. De Paul es el amigo de todos.

Nueve: Pasión por la competencia, por el competir, vivida menos como presión que como oportunidad y recompensa.

Diez: Ambición. Da toda la sensación de que este grupo de jugadores registra la obtención de la Copa América como un logro en sí mismo y a la vez como un eslabón más de una cadena cuya consumación está a un año vista en Qatar. 

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